La mira. Lo mira. Necesito que ruedes desde la entrada norte a la enagua sureña. No le digas a nadie quién te envía. No me nombres. No me hagas señal. Me enteraré de qué cumplimos al primer golpe de conuco hembra, cuando la marimba resbale gemidos. Luego, no tienes por qué soltar mi mano. Pero la puerta de la casa, abierta. Barichara, Colombia. Verano de 2010.
miércoles, 15 de febrero de 2012
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